domingo, 26 de noviembre de 2017

equivalencia intencional

150817

9:30. Me alegro de no haber nacido a pesar de respirar en este nido de aguas. El tren se mueve; yo estoy parada. Clarice me escucha, o me habla; yo me reflejo en sus palmas. Es fácil mancharse con tinta los dientes que ladran. Ahora que tengo voz, te escribiré cartas que no vayan a tu nombre (sujeto universal). 

9:45. Los campos verdes están llenos de cables telefónicos. Nos importa la comunicación, hablar al extraño hasta reconocerlo propio. "Las mentes se han abierto..."-mentira.

9:59. Podría definir todos mis miedos con frases de Clarice, ocultar en sí mis faltas de ortografía y puntualidad (llego antes que el tiempo y vuelo un poco más bajo que lo normal, pero más que el resto). Puedo inspirarme en todos sus fonemas, instilar el verso narrativo que nos taladra la cabeza, leer y fluir como si habláramos juntas en pro de una playa en Brasil. Puedo existir, cuestionar mi corporeidad y los segundos de retraso que llevan mis sentidos construyendo su discurso autopoyético, escribir sin censura la cordura que sólo apuras a tocar. Seguir leyendo y parar la escritura.

10:03. Página 19, "Un soplo de vida". No puedo parar de subrayar. ¿Dónde estoy?¿Extremadura? Ojalá. Este silencio que interrumpe un llanto. ¿Puedes haber existido en otra vida?¿Tener ya los bronquios recubiertos de acacias que liman el viento que nos grita? Respirar es volver a ser pequeño, regresar al centro donde el espacio imagina un campo de girasoles estático a tu risa. Mi epicentro palpita por la inercia de ser mi creadora.

10:19. ¿La España árida dónde esconde las alas? Nos prohibieron hablar, adornando con belleza nuestra esclavitud. 

10:26. Ríos de ti en todos mis trocánteres. Pequeñas mariposas de invernadero. Este campo de minas se riega con fuego. Los pacientes caminan por tus plantas, y en tus dedos se revuelven sus vidas pidiendo que seas sensible a su no querer doler. Me duermo. No es cuestión sólo de poesía, ni de música, sino la excitación de inmortalizarme a mi misma. Ni musa ni cobarde. Así no pueden entenderme. Así no puedo pedir trenzar su matiz en mis huellas dactilares.

10:34. Verdes son las superficies en las que me besas; enteramente mía contigo. Los molinos que ya no trituran trigo juegan con mechones de pelo roto. Mi voz quiere el marchito hastío de tus párpados contra los míos, aletear es más fácil si te miro y te encuentro disimulando que no me estás hurgando los puntos de huida. Huele a pan recién hecho, hogaza de lino, pequeña inmortal que juega a bailar sobre el recuerdo, a cortarse el pelo sobre los alfeizars, a besar sobre bóvedas doradas. Yo me cortaría un pecho por defender nuestra esencia por encima de su crueldad. Hemos llegado a Zaragoza para cuando mi tripa es capaz de provocar borborigmos. Yo no sé escribir, y no pretendo fingirlo. Pero es la inercia. Es la inercia. Me incita a andar. Inercia.

10:51. Lacrimales repletos de cuervos. No sé pretender evitar tus casas, habitas en todos los rincones de esta humana.

10:55. Los molinos de cerca no dan miedo. Son como alumbramientos de aluminio y papel, visiones que se contonean frente a tus pupilas. Creo que ya no odio París, e intento hacer lo mismo con las francesas. No sé tu nombre así que no puedo esconderte mis piernas. Mi cérvix es igual de árido que el papel: nada. Puedo acoger vida, y decidir si quiero estas luces cambiantes, o que me aniden en el invernadero las libélulas.

11:24. Las palomas de Lleida pretenden volar desligándose de la cuerda que construye la ciudad.

11:31. Estoy intentando naturalizar al ser humano como especie.

12:08. No soy de cristal detrás de tus párpados de nieve. Detrás de ti, el huracán, delante lo que nos queda: metal que titirea con el tacto de una oruga perezosa.

12:04. Veo mar.

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