Marcas de cuchilla sobre una piel intacta,
amanecer recostada en tus costillas
mientras tiemblo,
el espasmo después del gemido
antes del grito,
el portazo
y el perdón.
Lo siento,
Siento no ser capaz de sentir nada más
allá de la piel.
Ya sólo me saben a ti los besos que me
das,
ya no soy capaz de correrme con tu
recuerdo,
y en su lugar, corro de ti hacia el
encuentro de mis fantasmas.
Si te fijas bien, todavía puedes ver
el polvo en las estanterías,
sólo que ahora los cuervos bailan,
las pompas de jabón te estallan en la
cara,
un duende te toca el lóbulo de la
oreja
y un tren te recorre la espalda
dejando claro que descarrilará,
mañana.
Lo malo de hacerlo todo bien siempre
es que aún hay tiempo para equivocarse
y mandar a la mierda el decorado de
luces perfectas y sonrisas de porcelana.
Lo malo de fallar siempre es que se te
acumulan las lecciones entre matas de pelo y hojas secas,
y aún así no aprendes
nada.
"Caerás con la piedra tantas
veces
necesites para aprender a saltarla”
y sigo cayendo.
Mi afición a la nostalgia tiene
atracción al suelo,
a tus labios,
otros venenos baratos a los que
recurrimos como amago de volar
y míranos las manos,
a rasguños y costras de sangre,
como diciendo que es suficiente por
hoy
antes de rogar por una más.
Sólo una más.
La última.
Desde fuera somos la mueca que luego te
preguntas qué quería decir,
la palabra nunca dicha que siempre
recordarás,
las cartas que se perdieron aposta,
porque apostar todo a una única carta
con la esperanza de poder ganar nos sabe a
utopía.
Andar hacia la cima
pero no querer llegar.
Si me hurgas dentro
estoy segura de que todavía puedes
encontrarte,
probablemente perdido,
con esa mirada de crío de tres años
que busca a su madre
en un parque donde ya sólo queda humo.
Tú todavía sigues estando,
incandescente,
como apagándote,
pero con la suficiente fuerza para
quemarme
si quiero recurrir a tus incendios.
La gente suele pasar de página,
romper el libro,
cambiarlo,
mandarlo a la mierda o
venderlo barato a cambio de un puñado
de besos que puedan reemplazar tu ausencia.
Yo subrayo orgullosa tus frases,
releo hasta el espacio entre palabras,
los silencios,
los gestos,
las ganas.
Y me digo a mi misma que en verdad no
querías irte.
Luego me rio yo sola de mi propio
chiste
y vuelvo a recordarme que nunca
estuviste aquí.
Torrentes de luz se esparcen por mis
lacrimales
y las cuerdas de esta garganta gritan
que ojalá nadie me encuentre ahora que
estoy rota.
Deshecha como un rompecabezas dejo de
buscarle sentido y sentimientos a esto,
y me concentró en tratar de olvidarte.
Las cerillas buscan al viento como
gritando que todavía queda gas,
pero él ya sabe que no lo suficiente
para prenderle fuego al bosque
y luego reclamar las pérdidas,
llorar los cuerpos sin nombre,
limar las asperezas.
Quedaba lo que había antes de ti
y no te atreviste a tocar.
Osea, quedan mis ganas de bailar en la
cama,
de saltar entre llamas
y mandar a los dramas a la puerta de
enfrente
para que luego nunca me encuentren,
dejar vacío el hueco del remitente en
la carta.
Las ganas de besarme a mi misma
con esta sonrisa de idiota que se me
pone
cuando me sonrío en el espejo
y me reconozco,
entera, valiente, libre
y sin ti, completa.
Ganas de gritar al mundo que mañana,
cuando acabe la fiesta,
me encontrarán despierta junto a mis
amigas,
cantando a Pereza a pleno pulmón por
Gran Vía.
Me quedan ganas como promesas a mi
misma.
Nunca te atreviste a acercarte a esta
parte
de mi que sabía a sueños sin cortar,
por miedo a cortarte, lo sé.
Siempre te fue más fácil decir que no
quedaba tiempo,
que no se dio la ocasión,
como si acaso fuera algo que se da
y no que se crea al creer.
Mis piernas tienen ganas a extraños,
ya lo sabes, me conozco muy bien,
y voy a dejar que entren
y miren cada cuadro,
podrán, también, hacerle fotos al
desastre
y comprar souvenirs a la salida.
Podrán salir de mi sin hacerme daño.
A quien das la potestad de romperte
no debería darte un cheque en blanco.
Insisto.
Insinuar que existes al mismo tiempo
que yo
en otra parte del mundo me sabe a
insulto.
porque ya no puedo recordarte feliz.
pero de momento todavía tengo sangre,
hablando de ti en un amago de no
olvidarte
en este intento de perdón que sabe a
huida.
Precioso Mónica. Este es mi preferido.
ResponderEliminarA ver cuando publicas algo nuevo, que quiero leerte.