Unto los dedos en mermelada de frambuesa,
esparzo mi lengua contra las migajas del suelo,
y voy notando las huellas que dejó
sobre este tablao´
el zapateo del flamenco
de la chica de piernas largas,
de la mujer de mirada serena.
Macarena.
Y su pulso al mundo,
y su inmensidad al baile,
y su cansancio frente a las oportunidades
que te ofrecen escondiendo la licencia de aprovecharte,
de rebañarte y lamerte como si fueras un pedazo de carne.
Macarena,
y sus piernas gigantes
con la entereza del taconeo doble
sobre las lamas de madera,
y su tristeza asumida
al tener que cargar con las miradas
para poder alimentar a su hija,
para poder perdonar a su madre,
para poder evitar dar a su descendencia
la herencia de hambre.
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